domingo, 17 de mayo de 2015

LA ASCENSIÓN DE JESÚS AL CIELO...


En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»
Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.



La Ascensión pone el Reino en manos de la comunidad de los discípulos que deben: “id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”. Que el Reino se haga presente en la historia, es fruto, al menos en parte, del testimonio de la Iglesia, nos jugamos nuestra credibilidad y la de la Buena Noticia de Jesús. Que el hombre pueda ascender a su plenitud, Dios pueda ser glorificado, que sepamos “hacia dónde vamos”, depende mucho del estilo de vida que adoptemos. Según los evangelios, Jesús viene del Padre y vuelve al Padre. Viene del amor y vuelve al amor. Es fruto de la libertad absoluta de Dios y vuelve a la libertad. Ese es el camino: el amor, la libertad y fiarse del Padre, (fe, esperanza y caridad).

Empieza el tiempo del Espíritu, el hombre llevado por este viento, puede ansiar llegar al cielo, vislumbrar el objetivo supremo de la vida humana, intentar ser Hombre Nuevo, superar la pesadez de una vida plantada en la tierra, buscar la transcendencia. Es un esfuerzo que durará toda la vida. Que la fiesta de la Ascensión nos anime a aspirar a lo más alto, a tirar del mundo y de nosotros hacia arriba, en esa ilusionada y a veces dura marcha de la humanidad hacia los cielos nuevos y la tierra nueva, en los que habite la justicia. No somos tan pretenciosos como Ícaro, aunque hemos creado aviones y naves que llegan cerca del sol, sabemos que dependemos de la fuerza del Espíritu y él nos permite soñar y volar.

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