domingo, 28 de diciembre de 2014

CELEBRAMOS LA SAGRADA FAMILIA DE NAZARET


En la familia,  aprendemos a observar, a escuchar, a meditar, a penetrar en el sentido profundo y misterioso de esta sencilla, humilde y encantadora manifestación del Hijo de Dios entre los hombres. Aquí se aprende incluso, quizá de una manera casi insensible, a imitar esta vida

«Danos el padre, a su único Hijo: hoy viene al mundo en pobre cortijo» Santa Teresa 

FAMILIA DE NAZARET

Lo que el Niño despierta de afecto, dulzura, ternura y miradas entrañables mudan en incomodidades cuando se deja de contemplar en la distancia y se siente el peso de la responsabilidad sobre él. Los sentidos han de prepararse ardientes, no para tomarlo y dejarlo al poco, sino para llevárselo con absoluta dependencia. Ya mis sentidos no son para mi recreo, sino para el cuidado de otro.
Es entonces cuando el Niño prolonga el milagro de la Vida, provocando un salto de vida en quienes lo atienden, brotando la actividad más bella que pueda realizarse de humano a humano: el servicio que cuida del débil. El milagro vital será como más milagroso donde la vida está más vulnerable y amenazada.
La Vida del Hijo de Dios hecho carne se sostuvo entre manos familiares. La Palabra no les era desconocida a aquellos que vivían con piedad su fe; pero la Palabra hecha carne era una novedad sorprendente que haría arrancar ternuras y preocupaciones. Tampoco Dios renunció a la debilidad primera, sino que puso protectores para que, recibiendo de ellos, aprendiera a ser hijo en lo humano. ¡Un Dios indigente! ¡Necesitado del cuidado humano! Contemplando así al Niño Dios, ¿quién se atreverá a imponer su ley sobre la Vida, sobre cualquier vida?
La familia no se compleja al cuidar a los suyos, hasta defender con la propia vida. Pero el parentesco no se agota en la sangre, avanza firme entre quienes llaman Padre a su Dios y se saben amados sin condiciones, como lo aprendieron, seguramente, entre sus familias. El complejo acude cuando se entiende la vida como una propiedad valiosa en cuanto cercana. Al corazón que se acaba entre el cerco estrecho de los de cerca, le pesa el cuerpecito del pequeño de Belén, hasta cansarlo y soltarlo cuando entiende que no bulle en Él su propia sangre. Se terminó el milagro de la Vida, porque para mí la vida acaba con los míos. Y a veces ni siquiera.
Allá van José y María y el Niño, al templo. Buscan a Dios y tienen a Dios consigo. Se acercan a la morada de Dios, cuando Dios ha preferido el hogar familiar creado por ellos. Buscan obediencia, que es la respuesta más sagrada a la Palabra, y con la consagración del Hijo, pronuncian el reconocimiento del milagro de la Vida de Dios. Toda vida queda consagrada en el Hijo, y toda vida, especialmente allí donde es más delicada, más amenazada, será más milagro de Dios y pondrá guardianes que la defiendan y pretendan su prosperidad. Mira si te puso a ti y no lo viste o no quisiste. Mira que mucha custodia deja a la familia, la más tierna y frágil. Mira que otro, sin amparo de familia, deberían encontrar a alguien protector. ¿Se nos acaban las fuerzas para anunciar a lo Simeón y a lo Ana el milagro de la Vida de Dios entre nosotros?
Mira entre los que van a nacer, la más frágil de todas las vidas; y los niños y los jóvenes, brotes tiernos para el apoyo más beneficioso o la herida que se perpetúe; mira el quehacer por la vida: el trabajo y su dignidad; los que padecen el peso de la caducidad del cuerpo por la enfermedad y el desgaste de los años; también mira a los que les falta o viven con amenaza violenta constante… Mira, ¿no ves en ellos la misma fragilidad del Niño? ¿No lo ves indefenso, hambriento, temeroso, amenazado? Si no, déjalo de nuevo en el pesebre, ya habrá otro que lo tome, o quizás eras tú a quien Dios puso ahí para Él.
Pero, claro, sino aprendiste los secretos del Niño, ¿cómo recordarte lo nunca asimilado? Su secreto es el ser hijo, que resuelve muchos de los misterios de la vida. Es apreciar la vida como un regalo y no propiedad, esperar de Dios y no de las propias fuerzas, preocuparte por tu vida y las otras vidas, es el secreto de la obediencia, donde uno no desplaza al padre, sino que lo recibe como don de Dios para proteger y cuidar por que la vida prospere.


Sagrada Familia de Nazaret;
enséñanos el recogimiento,
la interioridad; 
danos la disposición de 
escuchar las buenas inspiraciones y las palabras 
de los verdaderos maestros
.Enséñanos la necesidad del trabajo de reparación,del estudio, de la vida interior personal, de la oración,que sólo Dios ve en los secreto;enséñanos lo que es la familia, su comunión de amor, su belleza simple y austera, su carácter sagrado e inviolable. Amén

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