jueves, 10 de abril de 2014

VIA CRUCIS

COMO YA ANUNCIAMOS, EL PASADO 5 DE ABRIL CELEBRAMOS EN EL PATIO DEL COLEGIO EL PRIMER VIA CRUCIS PENITENCIAL CON MOTIVO DE LA CUARESMA.
EL DÍA COMENZÓ CON AMENAZA DE LLUVIA, GRIS, Y NUBLADO PERO CON EL PASO DE LAS HORAS, EL SOL SALIÓ PARA ACOMPAÑARNOS TODA LA TARDE. EL GRUPO DE PERSONAS QUE PARTICIPAMOS EN ESTE VÍA CRUCIS PUDIMOS HACERLO DESDE LA REFLEXIÓN Y EL RECOGIMIENTO .
MARÍA SANTÍSIMA DEL REFUGIO ANTE LA CRUZ CON SUDARIO Y LA CORONA DE ESPINAS EN SUS MANOS PRESIDIÓ EL ACTO CON UN GRUPO DE VALIENTES PORTADORES DIRIGIDOS POR JOSE ANTONIO, JOSE Y MARIAN QUE AL SONIDO DEL TAMBOR DE LA PEQUEÑA MARÍA JOSÉ LA LLEVARON POR ESE DURO CAMINO DE SU HIJO. HUBO DOS ESTACIONES MUY ESPECIALES: LA MUERTE DE JESÚS DONDE TODOS PASAMOS A LA PISTA DEPORTIVA DONDE TRES PEQUEÑOS, VESTIDOS DE VIRGEN MARÍA , SAN JUAN Y MARÍA MAGDALENA ESCENIFICARON EL CALVARIO JUNTO A LA CRUZ, Y LA 15 ESTACIÓN DONDE JESÚS RESUCITADO SE APARECE ANTE MARÍA MAGDALENA. GRACIAS DESDE AQUÍ A PAULA, JESÚS, ZACARÍAS Y JESSICA Y A SUS PAPAS QUE LES PERMITIERON VESTIRSE PARA ESTOS MOMENTOS TAN ESPECIALES PARA TODOS NOSOTROS.  LOS NIÑOS PARTICIPARON ACTIVAMENTE ASÍ COMO LAS MADRES DE LOS MISMOS LEYENDO LAS DISTINTAS ESTACIONES Y LAS MONJAS MERCEDARIAS QUE DURANTE TODO EL VÍA CRUCIS REZARON LAS MEDITACIONES DE MARÍA . FUE REALMENTE EMOTIVO. POR ELLO ESAS MEDITACIONES LAS TRANSCRIBIMOS LITERALMENTE.


1ª estación: Jesús es entregado

El ángel me lo anunció en Nazaret, yo lo alumbré en Belén, pero uno de los suyos, representando al amigo ingrato, lo entregó a la muerte.
Hoy, todavía recuerdo aquella noche angelical y celestial de su nacimiento: ¡qué gran y humilde señal de Dios a la tierra! ¡Dios amor! Una vez más, mi Hijo, como en el día de su venida, es puesto delante del mundo sin defensa, sin aplausos, sin grandes reconocimientos, sin proclamar lo que en verdad es: ¡Hijo de Dios!


 2ª estación: El Señor con la cruz a cuestas

No hay vida sin cruz. El anciano Simeón, en medio de mi alegría, me advirtió “una espada te traspasará el alma”. Así es. Hoy compruebo la certeza de aquella premonición: mi hijo, Aquel al cual arrullé y acuné en mis brazos, avanza con una cruz, camino del Calvario. ¡Nunca pensé que, el peso de esos dos maderos, lo iba a sentir en mis entrañas de Madre!

3ª estación: Cae el Señor por primera vez

Con  idéntico silencio, con el mismo con el que “Dios Hombre” bajó a la tierra, se desploma Jesús camino del Monte Calvario. ¡Cuántas veces recuerdo sus pequeñas caídas por las cuestas y calles de Nazaret! Aquellas eran de niño. Estas son las de un joven que lo da todo por los hombres; aquellas fueron caídas inconscientes. Estas son caídas que producen un milagro: el alzamiento del hombre que busca y cree en Dios.
4ª estación: Jesús se encuentra a su Madre

Nunca olvidaré el primer encuentro con mi Hijo. Era entrada la noche. José estaba inquieto ¡hubiera querido tantas cosas para Dios Emmanuel! La coincidencia de hoy, con mi Hijo, es más cruel y, a la vez, similar a la noche de su nacimiento: entonces lo contemplé con amor de Madre y hoy lo quiero  con un doble amor de Madre, que ha madurado en el árbol del dolor. Agarrándome a esa cruz, ¡bien lo sabe Jesús y sabedlo vosotros!, me podréis encontrar como corredentora, como compañera e  intercesora.

5ª estación: El Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz

Escasos auxilios, por no decir ninguno, tuvimos José y yo, encaminándonos hacia la gruta de Belén.
¡Una! ¡Tan sólo una! La de un cirineo, se atreve a asomarse, aunque sea por obligación, entre la multitud. ¡Ayuda! ¡Ayuda quiere el Señor para que su Palabra jamás se apague! ¡Para que su amor se extienda! ¡Ayuda, quiere el Señor! ¿Se la quieres prestar tú? Te lo aseguro que, El, te lo devolverá con creces.

 6ª estación: la Verónica enjuga el rostro de Jesús

Aquel al que tantas veces acaricié siendo niño; Aquel al que en multitud de ocasiones ,en la fuente de Nazaret, le calmé la sed; Aquel al que con el agua limpia y cristalina le limpié una y otra vez…Aquel, hoy, es aliviado en su rostro por una verónica. ¡Gracias, buena mujer! Tú si que sabes comprender lo que es descubrir, en el que sufre, en el que llora y en los rostros desfigurados, al mismo rostro de Dios. En mi pensamiento de Madre han quedado muchas imágenes de Jesús, pero hoy, en el lienzo de tus manos quedará para siempre grabado el rostro del pesar de Cristo.

7ª estación: Cae el Señor por segunda vez

En interminable subida por la vía dolorosa, contemplo como Madre, al que tantas veces curé y levanté. Y, hoy, la sangre de mi sangre, corre a ríos por las calles de Jerusalén. Y, hoy, la carne de mi carne, se desgarra por el pecado de los hombres, bajo el peso mortífero de la cruz. ¡Adelante, hijo mío! ¡Por Dios y por los hombres, no existe la cruz pesada sino los fuertes hombros! Te espera un mañana, una madrugada donde tu cuerpo ha de renacer, para que el de los hombres no caigan, para siempre y definitivamente, en el olvido.

8ª estación: Jesús habla a las hijas de Jerusalén

Jesús siempre tuvo una palabra para cada hombre; un aliento para cada alma; una respuesta distinta para quien se acercaba con profundos dramas.
Aquel que tuvo compasión, con su mirada, nos dice que no tengamos compasión de El. Que nos miremos a nosotros mismos.
¿Cómo no compadecerme de Aquel, que siendo admirado hasta no hace muchos días, hoy se encuentra bajo el peso de una cruz y sin amigos que le defiendan? 
Como Madre te admiro. Sé que, al final, la voz de Dios se impondrá a esta tortura que ahora te humilla.

9ª estación: Cae el Señor por tercera vez

Muchas veces me pregunté; ¿Era necesario tanto dolor? ¿Por qué tantas caídas? ¿Sirve esta transfusión de sangre para alguien? ¿Moverá los corazones fríos este cuerpo dolorido?
No tuve respuesta. Tan sólo, en los días de la Pascua, comprendí que la locura de Dios era de tal magnitud que, nuestro Hijo, se había convertido en el precio del rescate por el hombre.
¡Gracias! como Madre os lo digo, por acompañarnos en este momento!


10 estación: Jesús despojado de sus vestidos

Al que desnudo lo abracé en la noche de Navidad, despojado de todo, lo vuelvo a contemplar en la tarde del Viernes Santo. ¡Qué momentos tan dispares y tan similares!
Jesús humillado, Dios desprendido de toda riqueza, Jesús en la soledad. En Belén, en la oscuridad de una gruta; hoy, en el vértigo que produce asomarse a este monte calvario.
¡Desnudo vino Dios a la tierra! ¡Desnudo sube mi Hijo, Cristo, a la cruz!
¿Por qué no te arropas tú con el manto de la verdad y de la fe, de la esperanza y del amor a Dios?

11ª estación: Jesús clavado en la cruz

El que nació rey de la gloria, asciende entre gritos y al grito burlesco de  “rey” al patíbulo de una cruz.
Yo miraba a todos lados, buscaba a mi Hijo en la cruz. Y me acordaba, de aquellos momentos cuando, ya en la cuna, lo veía desde entonces cargando con la cruz.
¡Rey de los judíos! Para mí si que lo fue. ¡Desde el primer momento! ¡Fue el rey del mundo; mi rey ofrendado por los pastores, mi rey adorado por los reyes. Cuántas veces, siendo pequeño le dije, ¡mi pequeño niño, mi gran rey! Y, cuando desde el pie de la cruz, leo el cartel, lo pienso para mis adentros: ¡AHORA, HIJO, MAS QUE NUNCA ERES REY!
¡DAS EL TODO POR TU PUEBLO!

12ª estación: Jesús muere en la cruz

Un Dios que descendió sin ruido a la tierra, guarda silencio por mi Hijo Jesús. Yo no lo entendía; no comprendía el por qué, la crueldad y la radicalidad de estos gestos. ¿No te bastó, Dios mío, la sobriedad, la indiferencia ante tu llegada o la calma de Belén? ¡Cuántas veces me lo preguntaba!
En Ti, Jesús, se clavan nuestras penas y nuestros sacrificios, en Ti, Hijo mío, desaparecen las discordias y las enemistades. En Ti, en tu mudez y muerte Jesús, los hombres se hacen más hermanos. La cruz se alza como el pasaporte para alcanzar la eternidad.
Duerme, mi Hijo, duerme que, desde aquí abajo, como Madre, te sigo arrullando y queriendo.


13ª estación: Jesús en los brazos de la madre

¡Bajadlo! ¡Bajadlo! No lo tengáis más tiempo. “Todo se ha cumplido” Lo tuve en mis brazos, siendo pequeño, y lo quiero sostener de nuevo, para que nadie me lo arrebate en estos momentos.
¡Duerme, mi Señor! ¡Descansa! Tu Palabra será fecunda. Tu Reino se extenderá por años sin término.
¡Duerme, mi Señor! ¡Siente el pecho de tu Madre! La que, en Nazaret, te levantó cuando caías, y la que en este Calvario, te recoge con más emoción y con el amor más probado, maternal y puro que nunca.
¡Duerme, mi Hijo! Tu cosecha será fecunda. Tu Pascua, para el hombre, fructífera y definitiva.

14ª estación: Jesús es puesto en el sepulcro

Llega un momento, que una madre, no quisiera vivir para presenciar: desprenderse del tesoro que germinó en sus entrañas durante nueve meses.
Te vas, Jesús. Te vas como viniste; al fondo de una gruta. Entonces prestada, hoy también, pero, además, sellada por una losa.

Entonces los campos de Belén se iluminaron por una estrella; hoy el horizonte se ha oscurecido. Ya no se escuchan cantos; algunos de aquellos pastores han muerto y los reyes tardarán tiempo en enterarse de que, el rey de reyes, ha dejado este mundo con la misma comitiva que lo recibió: su Madre y pocos más.
¡Baja, Hijo mío, al sepulcro! Baja para que Dios cumpla lo que estamos llamados a vivir. Que la muerte ya no se impone. Que la vida es eterna. Que un mañana feliz espera al hombre.
¡Baja, Hijo mío, al sepulcro! Para que a José, tu padre, lo pueda volver a ver.
¡Baja, Hijo mío, al sepulcro! Y, cuando al tercer día escuchemos himnos de gloria y de triunfo, que no olvidemos nunca, que Dios cumple lo que promete y que, a pesar de la cruz, nos espera una inmensa ciudad llena de luz y de felicidad: el cielo.
¡Baja, y vuelve pronto, mi Señor!

DIARIO DE MARIA

Te miro a los ojos y, entre tanto llanto,
parece mentira que te hayan clavado,
que seas el pequeño al que he acunado
y que se dormía tan pronto en mis brazos;
el que se reía  al mirar el cielo
y cuando rezaba  se ponía serio.

Sobre ese madero veo a aquel pequeño
que entre los doctores hablaba en el Templo;
que cuando pregunté respondió con calma
que de los asuntos de Dios se encargaba.

Ese mismo niño el que está en la cruz,
el Rey de los hombres, se llama Jesús.

Ese mismo hombre que no era un niño
cuando en esa boda le pedí más vino.
Que dio de comer a un millar de gentes
y a pobres y enfermos los miró de frente.
Rió con aquellos a quiénes más quiso
y lloró en silencio al morir su amigo.

Ya cae la tarde, se nublan los cielos,
pronto volverás a tu Padre Eterno…

Duérmete pequeño, duérmete mi niño,
que yo te he entregado todo mi cariño.
Como en Nazaret, aquella mañana,
he aquí tu sierva, he aquí tu esclava.

GALERÍA DE UN DÍA INOLVIDABLE



























































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