En este segundo domingo de Cuaresma, el Evangelio refiere la Transfiguración
del Señor. La
Transfiguración de Cristo nos enseña que tenemos que seguirle
por el camino de la cruz, si queremos llegar con él a la gloria de la
resurrección.
Tabor y Calvario, dos elevaciones,
dos montes, son también dos modos de posicionarse en la vida y frente a
la vida. Desde la altura del Tabor todo es luz, resplandor, claridad, las
cosas pierden sus aristas y los acontecimientos su contrapunto. ¡Qué bien se
está! Es la tentación de quedarse en la idealización de la vida, en el
gozo inmediato de la evasión, por encima del bien y del mal, que queda
como a los pies. Desde el monte Calvario, coronado de cruces, la cosa
cómo cambia.
1. Oración:
Señor, Padre Santo,
tú que nos has mandado escuchar a tu Hijo, el predilecto, alimenta nuestro
espíritu con tu palabra; así, con mirada limpia, contemplaremos gozosos la
gloria de tu rostro. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
TEXTO:
En aquel tiempo,
Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para
orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban
de blancos. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías,
que, aparecieron con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en
Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían del sueño; y, espabilándose, vieron
su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban,
dijo Pedro a Jesús: Maestro, que bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una
para ti, otra para Moisés y otra para Elías. No sabía lo que decía. Todavía
estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar
en la nube. Una voz desde la nube decía: Este es mi Hijo, el escogido,
escuchadle. Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron
silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.
El milagro es que no
transparenta su gloria toda su vida. Notemos algunos detalles:
1. Cristo se hallaba en oración.
Cristo, ora intensamente, especialmente en los momentos más importantes de su
vida: en el Jordán, después de haber sido bautizado (3, 21) y en estrecha
relación con el cielo que se abre, con el Espíritu que desciende sobre él y con
la voz que lo declara: Tú eres mi Hijo, el Amado; inmediatamente antes de la
elección de los Doce (6, 12); en conexión con la confesión de Pedro y el
anuncio primero de la pasión (9, 18); aquí, en la Transfigu ración; en
Getsemaní, momentos antes del prendimiento; en la Cruz … y, según algunos autores,
durante toda la estancia en el desierto, tentado por el diablo, indicado en
aquello de que era llevado por el Espíritu en el desierto durante cuarenta
días, con tal dedicación a Dios que ni siquiera sentía la necesidad del
alimento. ¿Por qué ese interés de Lucas de recordar así al Señor? Probablemente
porque la unión con Dios es la más precisa y apropiada caracterización del
hombre de Dios, más, por supuesto, que el don de hacer milagros. De todos
modos, como Hijo, Siervo y Profeta necesita estar en constante e íntima
comunicación con Dios, Padre y Señor.
2. Moisés y Elías. Junto a Jesús, envueltos por su
gloria, aparecen las figuras de Moisés y Elías: la Ley y los Profetas. Los
profetas que testifican de Jesús en el cumplimiento, profético y filial, de la
misión que le encomendara el Padre de padecer y morir. De alguna forma, el
testimonio global de ambos se orienta a los acontecimientos que van a tener
lugar en Jerusalén: Pasión, Muerte, Resurrección, Ascensión. Todo a modo de un
solo y único acontecimiento salvífico. La muerte no es el término; es, en la
mente de Lucas, el paso obligado para la gloria. Jesús, una vez resucitado,
recordará, a los discípulos de Emaús y en el Cenáculo, cómo todo ello estaba
dicho en Moisés, los profetas y los salmos.
3. Palabras de Pedro. Siempre son
interesantes las palabras de Pedro. Pedro representa al hombre espontáneo,
humano, sin prejuicios, ante la revelación de Dios, con sus grandezas y
debilidades. Pedro no comprende el misterio que presencian sus ojos. Pedro
quiere hacer definitiva la felicidad que Dios le concede en aquel momento. Ese
es su error. No ha caído en la cuenta de que Cristo está todavía en camino, y
en camino nada menos que hacia Jerusalén. La Transfiguración es
un alto en el camino, no la meta; es un alivio, una ayuda, no la coronación
definitiva. Hay que seguir caminando. Lo que va a suceder en Jerusalén va a
ser terrible. Hay que estar preparado. No recordaba Pedro -el Señor lo había
indicado varias veces- que a la gloria había que ir a través de la Cruz. Verdadera mente
Pedro no sabía lo que decía. El sueño simboliza la poca comprensión del
misterio.
4. Voz de lo alto. La voz explica
el acontecimiento: Este es mi Hijo; escuchadle. Suceda lo que suceda: Este es
mi Hijo. La palabra y la transfiguración declaran incontestablemente el
misterio de Cristo como Hijo de Dios. Todo lo que él diga y todo lo que él haga
es para nosotros Palabra firme de Dios. Cristo es el Revelador del Padre. El
mandato es explícito y claro: Escuchadle.
Así en todo lugar y
en todo tiempo. Si la voz de lo alto es una evocación del texto de Isaías sobre
el Siervo de Yavé, tendríamos aquí una alusión a la Pa sión del Señor. El misterio
de Cristo, como hijo de Dios, no está separado del misterio de su misión como
Siervo.
Oración universal
·
1. Para que la gracia de Cristo brille sobre las Iglesias
desunidas y la transfigure. Roguemos al Señor.
·
2. Para que la gracia de Dios brille sobre los pueblos
dispersos, marginados, y la esperanza los transfigure. Roguemos al Señor.
·
3. Para que en esta Cuaresma los pecadores regresen a la Iglesia y estén activos en
ella. Roguemos al Señor.
·
4. Para que la gracia de Cristo brille sobre nosotros y sepamos
morir para después resucitar con Él. Roguemos al Señor.
Exhortación final
Te bendecimos, Padre, porque Cristo en su transfiguración, después de haber anunciado a sus discípulos su pasión y muerte, les mostró en el monte santo el resplandor de su divinidad, como un anticipo y testimonio del camino de la resurrección.
Al revelar en sí mismo la gloria futura, fortalece nuestra fe ante el escándalo de la cruz y alienta nuestra esperanza.
Concédenos, Señor, ir a tu encuentro en la montaña, dejar nuestras sendas trilladas, escuchar a Jesús, tu palabra, y caminar con él hacia ti en la llanura cotidiana de la vida; porque, siguiéndolo, la renuncia es libertad de espíritu y la muerte es vida que anticipa la resurrección. Amén
Exhortación final
Te bendecimos, Padre, porque Cristo en su transfiguración, después de haber anunciado a sus discípulos su pasión y muerte, les mostró en el monte santo el resplandor de su divinidad, como un anticipo y testimonio del camino de la resurrección.
Al revelar en sí mismo la gloria futura, fortalece nuestra fe ante el escándalo de la cruz y alienta nuestra esperanza.
Concédenos, Señor, ir a tu encuentro en la montaña, dejar nuestras sendas trilladas, escuchar a Jesús, tu palabra, y caminar con él hacia ti en la llanura cotidiana de la vida; porque, siguiéndolo, la renuncia es libertad de espíritu y la muerte es vida que anticipa la resurrección. Amén
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