En la familia, aprendemos a observar, a escuchar, a meditar, a penetrar en el sentido profundo
y misterioso de esta sencilla, humilde y encantadora manifestación del Hijo de
Dios entre los hombres. Aquí se aprende incluso, quizá de una manera casi
insensible, a imitar esta vida
«Danos el padre, a su único Hijo: hoy viene al
mundo en pobre cortijo» Santa Teresa
FAMILIA DE NAZARET
Lo que el Niño
despierta de afecto, dulzura, ternura y miradas entrañables mudan en
incomodidades cuando se deja de contemplar en la distancia y se siente el peso
de la responsabilidad sobre él. Los sentidos han de prepararse ardientes, no
para tomarlo y dejarlo al poco, sino para llevárselo con absoluta dependencia. Ya mis sentidos no son para mi
recreo, sino para el cuidado de otro.
Es entonces cuando el Niño prolonga el milagro de la Vida, provocando un salto de
vida en quienes lo atienden, brotando la actividad más bella que pueda
realizarse de humano a humano: el servicio que cuida del débil. El milagro
vital será como más milagroso donde la vida está más vulnerable y amenazada.
La Vida del Hijo de Dios hecho carne se sostuvo
entre manos familiares. La
Palabra no les era desconocida a aquellos que vivían con
piedad su fe; pero la Palabra
hecha carne era una novedad sorprendente que haría arrancar ternuras y
preocupaciones. Tampoco Dios renunció a la debilidad primera, sino que puso
protectores para que, recibiendo de ellos, aprendiera a ser hijo en lo humano.
¡Un Dios indigente! ¡Necesitado del cuidado humano! Contemplando así al Niño
Dios, ¿quién se atreverá a imponer su ley sobre la Vida, sobre cualquier vida?
La familia no se compleja al cuidar a los suyos,
hasta defender con la propia vida. Pero el parentesco no se agota en la sangre,
avanza firme entre quienes llaman Padre a su Dios y se saben amados sin
condiciones, como lo aprendieron, seguramente, entre sus familias. El complejo
acude cuando se entiende la vida como una propiedad valiosa en cuanto cercana.
Al corazón que se acaba entre el cerco estrecho de los de cerca, le pesa el
cuerpecito del pequeño de Belén, hasta cansarlo y soltarlo cuando entiende que
no bulle en Él su propia sangre. Se terminó el milagro de la Vida, porque para mí la vida
acaba con los míos. Y a veces ni siquiera.
Allá van José y María y el Niño, al templo. Buscan
a Dios y tienen a Dios consigo. Se acercan a la morada de Dios, cuando Dios ha
preferido el hogar familiar creado por ellos. Buscan obediencia, que es la
respuesta más sagrada a la
Palabra, y con la consagración del Hijo, pronuncian el
reconocimiento del milagro de la
Vida de Dios. Toda vida queda consagrada en el Hijo, y toda
vida, especialmente allí donde es más delicada, más amenazada, será más milagro
de Dios y pondrá guardianes que la defiendan y pretendan su prosperidad. Mira
si te puso a ti y no lo viste o no quisiste. Mira que mucha custodia deja a la
familia, la más tierna y frágil. Mira que otro, sin amparo de familia, deberían
encontrar a alguien protector. ¿Se nos acaban las fuerzas para anunciar a lo
Simeón y a lo Ana el milagro de la
Vida de Dios entre nosotros?
Mira entre los que van a nacer, la más frágil de
todas las vidas; y los niños y los jóvenes, brotes tiernos para el apoyo más
beneficioso o la herida que se perpetúe; mira el quehacer por la vida: el
trabajo y su dignidad; los que padecen el peso de la caducidad del cuerpo por
la enfermedad y el desgaste de los años; también mira a los que les falta o
viven con amenaza violenta constante… Mira, ¿no ves en ellos la misma
fragilidad del Niño? ¿No lo ves indefenso, hambriento, temeroso, amenazado? Si
no, déjalo de nuevo en el pesebre, ya habrá otro que lo tome, o quizás eras tú
a quien Dios puso ahí para Él.
Pero, claro, sino aprendiste los secretos del Niño,
¿cómo recordarte lo nunca asimilado? Su secreto es el ser hijo, que resuelve
muchos de los misterios de la vida. Es apreciar la vida como un regalo y no
propiedad, esperar de Dios y no de las propias fuerzas, preocuparte por tu vida
y las otras vidas, es el secreto de la obediencia, donde uno no desplaza al
padre, sino que lo recibe como don de Dios para proteger y cuidar por que la
vida prospere.
Sagrada Familia de Nazaret;
enséñanos el recogimiento,
la interioridad;
danos la disposición de
escuchar las buenas inspiraciones y las palabras
de los verdaderos maestros.Enséñanos la necesidad del trabajo de reparación,del estudio, de la vida interior personal, de la oración,que sólo Dios ve en los secreto;enséñanos lo que es la familia, su comunión de amor, su belleza simple y austera, su carácter sagrado e inviolable. Amén